VENGA Y DESAPAREZCA AQUÍ / EN PARÍS



    Me embriagué precioso en París, a orillas del río Sena. Me senté a comer una baguette y a darle migas a los pájaros (¿eran gaviotas?) Me fui caminando hacia el museo de Louvre con el Jack Daniels en la mano. No sé si era yo o era el bourbon, pero la gente me parecía preciosa. Me perdí seis veces en el metro de París, pero sin duda llegué al Molino Rojo para ver a las bailarinas entrando y saliendo del lugar. No me importaba dormir a la intemperie. Yo estaba en París con un Jack Daniels en la mano. No es lo mismo embriagarse que ser disuelto en la nada en un mundo que no sabe un carajo acerca de ti. Vagué una semana entera siguiendo el aroma de las panaderías. Conocí muchas mujeres, pero la mejor fue la que perdí. Nadie regresa vivo de la vida. Y ahora estoy aquí con heridas nuevas y canciones luminosas, pero a salvo.

Dios bendiga a los ladrones de todo el mundo
Dios bendiga a François Villon.
Dios bendiga a Henry Miller y a Rimbaud.
Dios bendiga a Baudelaire y a Antonin Artaud.

Celebremos que nadie sale vivo de aquí. Venga y desaparezca aquí en París. 
Cuando regresé a Ciudad de México mis amigos me preguntaron: 

¿Qué tal tu viaje? 
— Mi viaje perfecto: Perdí el avión en Montreal, perdí la maleta en la calle, me rompí el tobillo y no recuerdo más de la mitad del viaje. Todo este viaje ha sido memorable. 

Nadie sale vivo de la vida. De esa forma aprendes que sólo es tuyo lo que llevas en la bolsa del pantalón y en la cabeza. Sí, casi siempre 

son fantasmas y demonios, pero también mujeres, como mi perfecta Marianne con quien soñé cada noche que viví en París.

¡Hallelujah!


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