CULITO DE BARBIE

 



CULITO DE BARBIE

 

 

 

            Estaba en casa de Miguel con una peda que se estaba convirtiendo en cruda. Ya no teníamos nada qué beber. La esposa de Miguel estaba de vacaciones, y como yo no tenía dinero para irme a la casa opté por quedarme ahí. Miguel estaba pedísimo, dormido en su cuarto. Yo, con una peda que se estaba convirtiendo en cruda. Lo peor del caso es que la calentura me estaba llegando. Estaba en el cuarto de los niños de Miguel, fumando y acordándome de Gaby. Méndiga muchacha, ¿Dónde estaría? Si estuviera al alcance ya la estaría poniendo a que me hiciera una puñeta. Ella se hubiera puesto sola, de hecho. Yo prefería tirármela, pero con aquello de “me da miedo”, y “¿si me duele?”, total terminaba nomás jalándomela hasta que me venía. Me acuerdo la primera vez que me vine en su mano. 

 

- Ahora sí nos pasamos, -me dijo. 

 

Estaba asustada, como si hubiéramos cometido el peor de los pecados. Pues qué pensaba, por ahí sale semen con tanta fricción, o ¿qué a poco no sabía? Ay, siempre me han tocado mujeres muy inexpertitas, puras niñas bien con ganas de que yo sea el que las conduzca por el camino del mal. Yo creo que en el momento pensó en cortarse la mano, la muy wey. 

            Durante toda la carrera anduvimos y no. Tuvimos temporadas. Entre que le poníamos a veces, y entre que cada uno se distraía con su cada cual, pero al final terminábamos poniéndole. Aunque no templábamos. Gaby tenía unos senos deliciosos, los mejores en mi haber. Parecía una paloma pechugoncita, y me daba mucho material para mis prácticas onanistas. Cuando la conocí, estaba flaquita, flaquita, parecía que se iba a romper. Tenía un traserito de barbie, no por lo bueno, sino por lo pequeño. Pero yo siempre fui bueno para descubrir el potencial en las mujeres. Donde los otros no veían más que una chavita flaca, yo veía unos senos gloriosos debajo de la blusa. Hay que abrirse bien de ojos para ver lo que está por verse con el tiempo. Apuntarse desde antes, porque cuando se asomen aquellas cosas ya todos van a andar como perros. Eso me pasó a mí. Yo la descubrí primero. De hecho ella me descubrió a mí. Yo fui el que le gustó a ella. Me lo dijo su hermana. 

Las primeras veces que tuvimos acción, fue en mi casa. Yo tenía un cuarto al fondo del patio donde nadie entraba y donde nada se oía. Era perfecto para ponerle. La llevaba ahí, platicábamos leve y le empezábamos a poner. La primera vez sólo le pude bajar un poco la blusa y chuparle un pezón. Gaby tenía mucha sensibilidad en sus senos. Se verdaderamente estremecía cuando se los chupaba, le encantaba. Ese día le tomé la mano y se la puse en mi pene por encima del pantalón. No la quitó, muy por el contrario me lo agarró con fuerza. No pasó nada más. Ya después con el tiempo las cosas se pusieron candentes, y subieron de color. 

Me acuerdo que una vez la agarré por la espalda y le manoseé los senos. Gaby me las tomó y me las bajó hasta su entrepierna. Por fin la chica ponía iniciativa. Es el montecito más pequeño que he tocado, con tres dedos lo abarcaba todo. Se me puso cachondísima. Me desabroché el pantalón y le volví a poner la mano en mi pene. Fue la primera vez que tocó uno, parado y duro. No me vine, pero se puso bien. Así hasta aquella vez que me vine en su mano. Después de eso, todos nuestros actos consistían en fajes y masturbaciones hasta que me venía. Era como coger, pero sin penetrarla. Con los días las ropas fueron desapareciendo hasta que fajábamos totalmente en pelotas. Gaby se negaba a quitarse los calzones porque sabía que así en cualquier momento se la metía. 

Según ella su primera vez quería que fuera todo romanticismo, con velas y pétalos de rosas y en Venecia. ¡Qué carajos pensaba! Lo que hacíamos estaba ya a dos metros d lo porno y ella todavía con la cabeza en Venecia. Además a mí no me resultaba romántico, sino cursi a morir. No cedía, y no cedía hasta que un cuate me dijo, “pues dale lo que quiere, wey, ponle sus pinches velas, prende inciensos, tapa todas las ventanas y que lo demás se lo imagine”. Pues tenía razón, si ese era su viaje, a mí qué me costaba dejarla que se imaginara sus loqueras. Hice todo, arreglé el cuarto como quería y listo. Ese día tampoco cogimos, pero me la mamó. Andaba rondando por mi ombligo, y luego en mi pubis cuando le dije: bésame. No le dije que me la mamara, pero ella así lo interpretó. Mejor. Me vine en su boca, no puse la menor atención en venirme fuera de ella. Ya prendido me importó un carajo y se lo dejé ir. No me reclamó ni nada. Para ella, que no sabía nada de nada, fue normal. 

Las siguientes veces, la maniobra consistió no sólo en masturbación, sino en sexo oral. Tampoco era una maestra, apenas se metía la punta, pero hábilmente me las arreglaba para metérsela hasta el fondo. También fue frustrante porque vi que Gaby no pensaba en coger. Con que me viniera era más que suficiente, pero eso no se podía quedar así, yo se la quería meter. Tantos méndigos años, y nada. Yo se la quería ensartar en su agujerito de barbie. 

Hablé con ella, y le dije que me rendía. No íbamos a coger nunca, estaba claro. Ya no iba a insistir. En un mes yo me iba a ir de la ciudad a estudiar en otra parte. Ya no nos íbamos a ver, así que pensaría que estaba mejor así como “en lo que nunca pasó”.  

 

- ¿Cómo que no? Ah no, esto no se puede quedar así, -dijo, lo tenemos qué hacer antes de que te vayas. Tantos años para que nunca lo hagamos. Ahora lo hacemos porque lo hacemos. 

 

Dijo que el siguiente viernes lo haríamos, que consiguiera una botella de tequila, que organizáramos una velada romántica, que comprara condones y que lo haríamos esa noche. El jueves, antes de ese día nos vimos en mi casa, y medio se la metí. Sí se la metí, pero no hasta el fondo, y muy pocas veces, unas tres o cuatro estocadas. Me acuerdo que hizo mucho pedo, no a mí, sino que gritó mucho, no de dolor sino de placer, porque incluso no me costó mucho trabajo entrar. Estaba tan mojada que fácil resbaló. Luego se quitó, me la mamó, me vine y se fue a su casa. 

 

- Mañana nos vemos, -dijo-, no se te olviden los condones. 

 

¡¿Condones?!, ya se la había metido y ni había hecho pedo. De veras que Gaby no sabía bien lo que hacía, podía ya ir embarazada y según ella todavía virgen. Me daba risa cuando platicábamos y decía que sí lo teníamos que hacer pronto, era la única de sus amigas que no lo había hecho, le daba vergüenza. 

 

- No es para menos, -le dije-, ¿veintitrés años, y todavía virgen? Cúrate, flaquita, no dejes que nomás te cuenten. 

 

El viernes primero me fui a pistear con un cuate a una cantina. Antes de las nueve salí y fui a comprar los condones y la botella. Iba en mi mero punto a cogerme el culito de barbie después de una tan larga espera. Cuando Gaby llegó, me la hizo de pedo que porque ya estaba borracho y no la pude esperar. No estaba borracho, nomás olía, y así tengo ya la cara. De cualquier forma nos fuimos al cuarto. Unos tragos, las mentadas velas e inciensos, y a ponerle. En ese momento sí ya se me estaba subiendo y prefería seguir bebiendo, pero no iba a dejar escapar la oportunidad. Comenzamos fajando como siempre. Ya la rutina la sabíamos de memoria, besarle las tetas, quitarle la blusa, arrancarle el brasier, me quito la camisa, ella me desabrocha el pantalón, me tumbo los calzones, me masturba un rato y el sexo oral, pero en ese momento eso se quedaba para después porque ahora sí iba a haber penetración. La dejé que se pusiera encima para que se fuera calando por si le dolía, estaba a madres de nerviosa. Todavía me preguntaba si le iba a doler mucho. 

 

- Pues te quitas y ya –le dije. 

 

Me agarró la verga y se la acercó a la vagina, se empezó a sentar poco a poco, en un instante ya la tenía toda adentro. 

 

- ¿Qué?  - me preguntó. 

- ¿Qué de qué? 

- ¿Ya es todo? ¿No se suponía que me iba a doler? 

- No sé quién te dijo, no siempre duele, depende de qué tan lubricada estés. 

- Ah, de haber sabido y lo hacíamos desde hace mucho. 

- Te dije. 

 

Y empezamos a coger. Brincaba que era un contento la cabrona, jadeaba, gemía, gruñía, y hacía unos ruiditos que nunca que me ha tocado volver a escuchar con nadie más. Era algo así como: 

 

- ah, ah, ah, ah, mmmmmm, ah, ah, ah, ah, mmmmmm. 

 

Llevaba un ritmo chido. A la vez me daba risa y a la vez me ponía cachondo. 

 

- Ah, ah, ah, ah, mmmmmmm,

 

No le variaba, era como si me estuviera resucitando, aplicando primeros auxilios. Subía y bajaba, brincaba la méndiga, quería metérsela toda con todo y huevos. Me concentré para no venirme rápido, tanto me había costado que se mochara para venirme de volada. Luego me levanté sin sacársela. La puse a ella abajo, me puse sus piernas en el hombro, con sus rodillas al lado de sus orejas para que de a de veras le entrara toda. Empezó a gritar, no de dolor sino de placer. La verga se me puso dura como nunca. Le veía la cara de frente completamente excitada, estaba a punto de estallar. Yo me había prendido tanto que había agarrado mucha fuerza, sabía que no me iba a venir pronto así que lo disfruté más. Me separé y la puse en cuatro.

 

- ¿Cómo? –me preguntó- ¿Por dónde? 

 

Gaby pensó que le iba a coger el culo pero no. La penetré vaginalmente, y pronto entendió el movimiento. Me empezó a aventar el culillo de barbie contra el pito. Para ser virgen no estaba tan pendeja, aprendía rápido. La chica tenía potencial. Me he dado cuenta con las chavas vírgenes que me he cogido, que aunque no sepan tanto, ha pasado tanto tiempo que cuando lo hacen se dejan ir como recuperando el tiempo perdido. Terminé, y vi el condón para ver si toda la carga se había quedado adentro. 

 

- ¿Todo bien? -preguntó. 

- Sí, todo en su lugar. 

 

La mandé en taxi y seguí bebiendo hasta ponerme pedo, pero antes le dije que me regalara sus calzones, los quería conservar como recuerdo. Me pidió los míos a cambio. Se los di. 

Todavía faltaban como veinte días para irme y Gaby no quería perder ni un segundo. Todos los días iba a la casa por su respectiva dosis. Parecía yonki. Veintiún veces me la cojí en total. Cuando me fui ya la había vuelto adicta al sexo. De vez en cuando me la volví a coger cuando regresaba de vacaciones. Tres para ser exactos. Me decía mientras la penetraba: 

 

- Yo pensé que nunca íbamos a estar así otra vez. 

- Siempre que venga te voy a coger, no te preocupes. 

 

Pero no fue cierto. Después la chica tímida que me dio su virginidad había desaparecido. Era otra, más segura, más firme, menos manipulable. No sé qué imagen guardó de mí, pero ya no me hablaba igual. Ya no quiso volver a coger. Dijo que la única forma de que volviera a pasar era que los dos estuviéramos casados, cada quien con su cada cual, por supuesto. Quería experimentar conmigo la etapa de adúltera. Ay qué zorrita, quién viera a Gaby antes con su carita de mensa, sus manitas puñeteras, su boquita mamadora y su culito de barbie.


 

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